Los investigadores del IN CSIC-UMH Álvaro García, Juan Lerma, Ana Valero Paternain y María Isabel Aller.

El laboratorio de Fisiología Sináptica que dirige Juan Lerma en el Instituto de Neurociencias (centro mixto del CSIC y la Universidad Miguel Hernández de Elche) ha identificado un grupo específico de neuronas en la amígdala cerebral cuya actividad descompensada provoca comportamientos similares a la ansiedad, la depresión y el autismo. La investigación, publicada en la revista iScience, revela que restaurar el equilibrio de excitabilidad neuronal en esta región basta para revertir esas alteraciones en modelos animales.

Sabíamos que la amígdala participa en la ansiedad y el miedo, pero ahora hemos identificado un grupo concreto de neuronas cuya actividad descompensada es suficiente para generar comportamientos patológicos”, ha explicado Juan Lerma. El estudio se ha realizado en ratones modificados genéticamente para sobreexpresar el gen Grik4, que incrementa la cantidad de receptores de glutamato GluK4 y, con ello, la excitabilidad neuronal. Estos animales desarrollan ansiedad y aislamiento social, fenómenos comparables a los observados en personas con autismo o esquizofrenia.

Para comprobar si era posible revertir estos síntomas, los investigadores normalizaron la expresión del gen únicamente en las neuronas de la amígdala basolateral. Según Álvaro García, primer autor del trabajo, “ese simple ajuste fue suficiente para revertir comportamientos relacionados con la ansiedad y los déficits sociales, lo cual es asombroso”. El experimento mostró que la comunicación entre estas neuronas y otro grupo inhibidor de la amígdala centrolateral, conocidas como regular firing neurons, quedaba restablecida.

Imagen de microscopía confocal que muestra células de la amígdala basolateral infectadas por un virus diseñado para introducir la proteína recombinasa CRE (en rojo) y la proteína fluorescente GFP (verde), que permite visualizar la infección.

Los ratones fueron evaluados con técnicas electrofisiológicas y pruebas de comportamiento que miden el interés social y la respuesta ante situaciones de ansiedad, como la exploración de espacios abiertos o la interacción con otros individuos desconocidos. El equipo también aplicó el mismo procedimiento en ratones no modificados que presentaban ansiedad intrínseca, logrando igualmente reducir estos síntomas. “Esto nos aporta la confianza de que el mecanismo identificado no es exclusivo de un modelo genético concreto, sino que puede representar un principio general sobre cómo se regulan estas emociones en el cerebro”, destacó Lerma.

No obstante, algunos déficits, como los problemas de memoria de reconocimiento de objetos, no se resolvieron tras la intervención, lo que sugiere que otras áreas cerebrales, como el hipocampo, también participan en estos trastornos. “Apuntar a estos circuitos neuronales específicos podría convertirse en una estrategia eficaz y más localizada para tratar trastornos afectivos”, añadió el investigador.

El estudio ha contado con financiación de la Agencia Estatal de Investigación (Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades), el Programa Severo Ochoa de Centros de Excelencia, el Fondo Europeo de Desarrollo Regional y la Generalitat Valenciana a través de los programas PROMETEO y CIPROM.

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